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Foto del escritorMario Pérez Magallón

Arcoíris en Guanajuato

Por alguna razón que desconozco estoy en Guanajuato. Sé que estaré solo por un día. Voy junto a un excompañero de maestría en el camión que desciende de la Valenciana hacia el centro de la ciudad. Me platica de cómo le va en el doctorado y lo tirano que es uno de sus asesores. Al llegar al barrio de San Javier baja del camión, supongo que vive allí. Decido bajar un poco antes de mi destino y caminar el resto del trayecto. Pienso en mandar un mensaje a otro amigo para ir a comer. Me distraigo viendo ese cielo tan azul que tiene Guanajuato y veo el arcoíris más nítido y hermoso que haya visto en mi vida. Ahí están el verde, el rojo y el amarillo perfectamente definidos como trazos digitales. Pero en realidad son dos. No, son tres. Comienzan a multiplicarse uno dentro del otro sin perder definición. Torpemente intento sacar mi celular para fotografiar el espectáculo, al tiempo que se acerca más gente perfectamente hábil con sus cámaras y celulares; así que me despreocupo por esa tarea, alguien más lo hará. Le pregunto a una chica si en verdad están viendo los arcoíris en movimiento. Le digo que posiblemente yo esté bajo el efecto del LSD y esté proyectando mis visiones en el cielo, pero no creo esto en realidad, solo intento romper el hielo con los extraños alrededor. Me dice que sí, que nunca antes habían visto algo igual. Los grandes trazos de color comienzan a tomar diferentes formas generando los más diversos patrones. Concentro la mirada en los colores, con el hermoso azul del cielo de fondo, y puedo ver un poco más allá: veo un espectro de colores que le están negados a nuestros precarios ojos dentro de la radiación electromagnética. Puedo ver los fotones jugando en el espacio con demasiada precisión. Les digo al resto de los mirones que en la Ciudad de México creemos que cuando se ven luces en el cielo es porque la tierra está por temblar. Una mujer sugiere que tal vez el espectáculo de luces precede a la gran sombra que está por inundar la tierra. Comienzo a sospechar de lo natural del espectáculo. Efectivamente: ahora vemos una multitud de pequeños aviones que salen detrás de un cerro; sabemos que son los responsables. Llegan hasta nosotros hombres en motos para asegurarse de que nadie grabó los arcoíris. La gente corre.


(20/022016).

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