Tengo una fascinación por los trenes y los buques. Aunque son pocos los valles en donde he visto transitar trenes y pocos los puertos en donde he observado buques: en México, en Cuba, en Finlandia, en Estonia, en Argentina y en mis sueños. En todos estos lugares prevalece su encanto y su influjo sobre mis fantasías. No me es extraño soñar con ellos, las imaginaciones tampoco se empeñan en ser extrañas. En el sueño observo buques que flotan sin querer llegar al puerto. Simplemente están libres en una pequeña bahía disfrutando ser azotados por una tormenta eléctrica. Los rayos revientan en sus cascos, en sus metales y maderas, pero ellos no se inmutan, no sufren daños. Nunca antes había pensado en ello y aquí en el sueño vengo no solo a reflexionar sobre los diferentes tipos de rayos sino a proponer tipologías. Los nombro y los describo de acuerdo a sus características: intensidad lumínica, duración, forma y bifurcaciones. Quisiera saber eso en este momento, o al menos recordarlo, pero estoy condenado a la ignorancia. No soy el único observando la tormenta, en el puerto me acompañan muchas más personas que no sé decir si son personajes de mi sueño o eran otros soñantes soñando el mismo sueño. El sujeto a mi lado cae fulminado por un rayo que nadie vio, que nadie sintió. Le sangra todo el cuerpo. Lo llevo con un paramédico. En los brazos siento la flacidez y pesadez de su cuerpo que me indican que en él ahora sólo habita la muerte. Amablemente, el paramédico me explica que fuimos alcanzados por un rayo denominado “Wepi", que en griego quiere decir “extraño” o “no identificable”. Me doy cuenta que sangro ligeramente de la nariz, posiblemente también sangre un poco de los oídos, pero estoy completamente fuera de peligro. Pero me distraje de los rayos y, lo que es más lamentable, de los buques.
(26/09/2014).
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