1. Los “maravillosos dos”
Es muy común escuchar la expresión “los terribles dos” para referirse a la etapa del desarrollo del niño que coincide con los dos años de edad. Durante esta etapa –una vez alcanzado el estadio del espejo- los niños se encuentran desarrollando su autonomía, pero aún no tienen las habilidades lingüísticas y emocionales para expresar todo lo que quisieran.
Es por esto que también es una etapa marcada por los berrinches, los cambios de humor y lo que me parece más simpático: por la entereza de su negación. Tienen un firme y sonoro NO para lo que no quieren y a veces también para lo que quieren. Acá empieza lo interesante.
Mucha de la frustración de los padres viene de las aparentes distracciones y contradicciones en las demandas de los pequeños, pero ellos no están ni distraídos ni necesariamente en contradicción. Bien pueden querer A y no querer A al mismo tiempo, pueden querer A y B, pero no C. Pueden no querer ni A ni B, pero sí C. Esta supuesta falta de lógica puede desquiciar a los padres, pero ése es su problema, no de los pequeños. Lo lindo es que el niño está aprendiendo a descifrar su entorno desde lógicas mucho más amplias e interesantes que la de los padres. Debido a nuestra formación, entendemos por lógica sólo la aristotélica, pero esto es un equívoco que restringe el pensamiento del adulto.
Casi nunca –o de plano nunca- pensamos en el asunto, pero la lógica aristotélica constriñe el pensamiento a los principios de la ley de identidad, la ley de no contradicción y la ley del tercero excluido. Pero existen muchas otras lógicas no aristotélicas que superan las limitaciones de la lógica tan afianzada en el verdadero/falso.
Vivir fuera de estas restricciones les brinda a los niños una libertad de sensación, emoción y pensamiento que irremediablemente se irá perdiendo con la educación y la “normalización” que ejercen la cultura y el lenguaje mismo. Esta libertad es lo que hace realmente maravillosa a esta etapa.
2. Las posibilidades en el dispositivo analítico
Tal vez nunca te habías planteado que se puede echar mano de lógicas no aristotélicas, pero ya que tienes más o menos claro que esto es posible, veamos algunas de estas posibilidades y cómo pueden aplicarse a favor de la dirección de la cura en psicoanálisis.
Es entendible que tanto a analistas como a analizantes les inquiete que aquello que se dice en el dispositivo analítico sea más o menos consistente, digamos, lógico. Pero, una vez más, al decir “lógico”, no pierdas de vista que hablamos de la lógica aristotélica preocupada por el absoluto y la no contradicción. Qué lógica tan preocupona, ¿verdad?
Al estar tan preocupados por la consistencia del relato, por el antecedente y el consecuente; por las causas y los efectos, tanto el analista como el analizante se encuentran presos no sólo de la narratología sino de la lógica favorita de la consciencia. Al conferir tanta importancia a la consciencia en el dispositivo analítico se entorpece el despliegue de lo inconsciente. Es por esto que vale la pena echar mano de otras posibilidades. Existen lógicas no aristotélicas que buscan superar las limitaciones de la lógica tradicional.
La lógica paraconsistente, por ejemplo, maneja contradicciones sin que todo tenga que caer en el verdadero/falso absoluto. Es una lógica tolerante a la inconsistencia. La lógica difusa permite pensar en grados de verdad. Algo puede ser parcialmente verdadero y esa gradación no necesariamente lo convierte en falso. La lógica modal introduce los conceptos de necesidad y posibilidad. Esta lógica da lugar a lo que podría ser verdadero o lo que podría ser posible. La lógica multivalente introduce más de dos valores de verdad. Esto puede ser verdad y esto otro que en apariencia es tan diferente también puede ser verdad.
Implementar estas posibilidades en el dispositivo analítico ofrece la posibilidad de enfrentar situaciones complejas e imprecisas, lejos de la angustia por lo “lógico”. Y lo más importante: ayuda a entender que la inconsistencia, la indeterminación y la ambigüedad ofrecen un campo de acción más grande que el determinismo de lo verdadero/falso.
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