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Foto del escritorMario Pérez Magallón

Neptuno y el señor del infierno

Estoy en un pueblo alejado y desconocido. Estoy de vacaciones. Pienso en lo horrible que debe ser vivir en un pueblo así, sin nada que hacer. Veo a una pareja de alemanes que trabajan en el jardín de su linda casa. Pienso en San Miguel de Allende y sus comodidades. Pienso en la casa de mi padre y recuerdo que justo estoy allí para pasar unos días con él. Hacia el anochecer me detengo a observar el cielo. A mi lado está Gaby y le digo lo común que es observar estrellas en movimiento en ese lugar, pero no el movimiento de una lluvia de estrellas o el movimiento natural de otros meteoros, más bien un movimiento artificial. Pienso que el movimiento es tan artificial y premeditado que tal vez no sean estrellas sino otros artefactos luminosos, distantes. A nuestro lado hay un anciano que también observa las estrellas moverse. Sospecho que él sabe algo al respecto. Según las películas, siempre hay un anciano que conoce todos los secretos. El anciano habla de manera inteligible, lo que lo hace más misterioso. Los tres nos vamos a casa de mi padre. Sentados a la mesa le sigo interrogando, pero ahora el anciano es una anciana, y con esta transformación las palabras se hacen claras. Me dice, con tono de reproche, que finjo. Me dice que sé muy bien por qué las estrellas se mueven de esa forma, me dice que finjo ignorar de dónde vengo, me dice que finjo haber olvidado que vengo de Neptuno. La conversación y el ambiente son demenciales. Si es tolerable la exageración, el onirismo de la escena -dentro del sueño- pone a prueba mi entendimiento. La anciana nos pide mirar por la ventana. Se puede observar la Gran Mancha Roja de Júpiter, hermano de Neptuno, dios de la lluvia, los terremotos y los mares. Siento la certeza de que mi memoria no será capaz de tolerar la irrealidad de la escena y le pido a Gaby que grabe todo aquello con su celular. Mientras observamos la tormenta de Júpiter, por último, la anciana me dice que ha llegado el momento de volver a Neptuno, que el señor del infierno me ha mandado llamar. Está por amanecer, la anciana ha desaparecido y nosotros nos vamos a dormir. Siento que apenas he dormido un par de horas, pero al despertar noto que son las seis de la tarde. Sé que algo le ha pasado al tiempo, sé que hay una anomalía. Encuentro a mi padre, intento narrarle lo que pasó durante la noche, pero no logro recordar. Le pido a Gaby que busque lo que grabó en su celular, pero aparecen escenas de nosotros dos haciendo tonterías, diciendo que estamos en LSD. Alguien o algo ha cambiado el vídeo original por una escena reconstruida para restarle veracidad al relato. Ahora nadie podrá creernos. Persisto en el esfuerzo por recordar los detalles e intentar contárselos a mi padre, pero es inútil. Sentimos la presencia de alguien más, alguien o algo no humano; lo persigo. Es un ser de Neptuno que viene a asegurarse de que no hable de más.


(17/08/2016).

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